Delta del Paraná
El delta del río Paraná con
17.500 km² y
una longitud de 320 km, nace a la altura del puerto y ciudad de Diamante, provincia de Entre Ríos en donde concluye el
predelta. Se divide en tres grandes regiones: el Delta Superior (desde
Diamante, hasta Villa Constitución, provincia de Santa Fe), el Delta Medio (desde
Villa Constitución hasta Puerto Ibicuy,
provincia de Entre Ríos) y el Delta Inferior o en formación (desde Puerto
Ibicuy hasta la desembocadura en el gran estuario llamado Río de la Plata todas
estas zonas en Argentina).
El Delta del Paraná es, en sentido
geográfico, una transición entre la Mesopotamia y llanura pampeana.
Sin embargo, en lo que respecta a su bioma, contrasta con ambas regiones, ya
que a pesar de su ubicación meridional, la presencia de grandes espejos de agua
y la escasa altitud produce un microclima que
favorece la proliferación de especies animales y vegetales que recuerdan a
latitudes tropicales (por ejemplo, el brazo deltáico
llamado Paraná de las Palmas lleva este nombre porque a la llegada de los
europeos en el siglo XVI proliferaban palmares de pindó).
Localización
El Delta del Paraná está delimitado
naturalmente por las barrancas o taludes naturales que definen el valle del Río
Paraná. Como límite norte se considera la línea imaginaria que une las ciudades
de Diamante (en Entre Ríos) y de Puerto Gaboto (en Santa Fe). Aunque una
pequeña parte se encuentra en el este de Santa Fe, el Delta del Paraná como
tal, se comienza a desarrollar a partir de la ciudad de Diamante. En la
Provincia de Entre Ríos se ubica la mayor parte del mismo, mientras que la
Provincia de Buenos Aires posee la principal porción de su desembocadura al Río
de la Plata. En síntesis, el llamado Delta del Paraná se ubica mayormente al
Sur-oeste de la Provincia de Entre Ríos y noreste de la Provincia de Buenos
Aires. En Entre Ríos ocupa la porción sur-oeste de los Dptos. Diamante y
Victoria, y la porción sur del Dpto. Gualeguay y la totalidad del Dpto. Islas
del Ibicuy. En Buenos Aires ocupa la porción noreste de los Partidos de San
Pedro, Baradero, Zárate, Campana, Escobar, Tigre, y San Fernando.
Formación del Delta
Las islas del Delta del Paraná deben su
existencia a la gran cantidad de sedimento que
acarrea el agua del Paraná.
En su desembocadura transporta aproximadamente un total de 160.000.000 de
toneladas anuales de sedimentos.1 Dicha
carga se reparte en función del tamaño de sus partículas de la siguiente
manera:
Arcillas.....45 millones t/año (25%)
Limos.......90 millones t/año (60%)
Arenas.....25 millones t/año (15%)
Este sedimento que es aportado mayormente
por el río Bermejo, afluente del Paraguay,
es depositado en el estuario conjunto del Paraná y el Uruguay,
el Río de la Plata. Los bancos de sedimento son
colonizados por juncos, ceibos, pajonales y otras especies que contribuyen con
sus raíces a consolidar las islas que posteriormente son colonizadas por otras
especies. El Delta del Paraná de este modo va avanzando, por colmatación, sobre
el estuario del Río de la Plata; las islas que se forman son características:
sus costas o riberas son más elevadas (por albardones naturales) que sus
centros, en los centros isleños suelen existir pantanos y pequeñas lagunas.
Flora
Entre las especies vegetales más comunes
se encuentran árboles como el sauce,
el ceibo, el aliso de río, el coronillo y
el espinillo,
sobre los cuales crecen epífitas como los claveles del aire y
las barbas de viejo.
Las áreas parcialmente inundables tienen
una población de pastos altos, resistentes a periódicas inundaciones, de
bajo valor nutritivo para el ganado.
Como palustres en las aguas del río o
estancadas crecen el junco y
la espadaña. Flotando en las aguas del río y de
los bañados abundan las plantas acuáticas, como camalotes y repollitos de agua.
En las márgenes de los principales brazos del río Paraná en su sección deltáica prosperaban las «palmas» (palmeras) de la especie pindó (Syagrus romanzoffiana) pero éstas han sido taladas hasta su casi total extinción desde fines del siglo XIX.
En las márgenes de los principales brazos del río Paraná en su sección deltáica prosperaban las «palmas» (palmeras) de la especie pindó (Syagrus romanzoffiana) pero éstas han sido taladas hasta su casi total extinción desde fines del siglo XIX.
Desde fines de siglo XIX el
ser humano ha introducido especies aloctonas que se han aclimatado muy bien: álamos, ciruelos, duraznos,
diversas especies de cítricos, ramio e
incluso coníferas. También el formio,
el mimbre y el pecán que representan fuentes de trabajo
para los habitantes de las islas.
Fauna
Hasta principios del siglo XX hubo en el
Delta yaguares, que dieron su nombre al Río Tigre y al partido homónimo. Han sido
cazados hasta su extinción, lo mismo ha ocurrido con los yacarés, pumas arirays, pecaríes, curiyues y aguaraguazúes.
En los lugares más apartados de la
presencia humana sobreviven todavía algunos ciervos de los pantanos, especie autóctona de
color pardo, con patas negras y círculos blancos alrededor de los ojos. Hay
allí también carpinchos, coipos (pseudonutria), lobitos de río (una especie de nutria
genuina) y algunos gatos monteses.
Hay numerosas especies de aves, como el zorzal, el biguá, el Martín pescador,
el benteveo, la calandria,
el boyero y la pava de monte.
Hubo en otros tiempos abundantes bandadas de cisnes, y papagayos pero
han desaparecido.
Son bastante comunes algunos reptiles y anfibios,
como culebras,
diversas especies de sapos, ranas y escuerzos.
En las aguas calmas del Delta encuentran
refugio peces como el dorado, el surubí,
el bagre,
el patí, la tararira, la boga, el sábalo y la raya.
El Pontoporia blainvillei (delfín
franciscano), del estuario del Río de la Plata,
ha sido citado a veces en el delta del Paraná y, con dudas, en el tramo
inferior del río Paraná.
Ecología
Las principales amenazas que enfrenta esta
región son, la deforestación para la siembra de soja o cría de ganado, la contaminación de
las aguas, el endicamiento y rellenado de áreas inundables, la introducción de
especies exóticas (como el ligustro), la sobrepesca y la caza de animales silvestres.
La contaminación por agroquímicos,
aguas cloacales y desechos industriales que se vierten en aguas del Paraná y
sus afluentes amenaza la vida silvestre y la provisión de agua potable de
las concentraciones urbanas que se encuentran a sus orillas en el corredor
urbano Rosario- Buenos Aires- La Plata,
donde vive un tercio de la población de la Argentina. Sólo el gran caudal del
río y su capacidad de autodepuración han evitado hasta el momento un desastre
ecológico mayor. No obstante, los efectos de la actividad humana no dejan de
hacerse sentir, sobre todo en las áreas donde es más intensa. Allí es frecuente
observar disminución de la calidad del agua, mortandad de peces, erosión del
suelo y acumulación de desperdicios.
Dado que es una zona naturalmente
inundable y que la dinámica de sus aguas está altamente influenciada por las mareas, el Delta podría
sufrir los efectos de la elevación del nivel del mar causada por el actual efecto invernadero, si el nivel del agua en el
estuario del Río de la Plata subiera tan solo 10 centímetros el régimen de las
corrientes hídricas cambiaría afluyendo agua desde el mar que frenaría el
avance del delta o incluso lo erosionaría haciéndole retroceder.
En 1992 se creó el Parque Nacional Pre-Delta, a 5 km de la
ciudad de Diamante. Tiene 2.458 ha.
En 2000 la segunda y
tercera sección de Islas de San Fernando en el Delta Bonaerense fue declarada Reserva de
Biósfera Delta del Paraná por la Unesco dentro
del plan Mab.
Tiene una superficie de 10.500 hectáreas y
constituye una inmejorable oportunidad de desarrollar los objetivos de
conservación ambiental, desarrollo humano y apoyo logístico a la investigación
y estudio del ecosistema y potencia las posibilidades de inversión nacional e
internacional con proyectos de crecimiento sustentable y la agrupación de la
región como referente de cultivos orgánicos y variados modos de producción
agroforestal con certificación de calidad ecológica.
Artículo principal: Incendios en el delta del Río Paraná
de 2008
En la primera mitad de 2008 el Delta del
Paraná ha resultado foco de una serie de devastadores incendios que afectaron
al menos 65.000 hectáreas cuyas densas nubes de humo se han extendido, llevadas
por vientos procedentes del norte, por cientos de kilómetros hasta cubrir
durante días a la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano
Bonarense, la «pluma» de tal nube de humo ha llegado hasta el sur de Uruguay alcanzando
a Colonia y periferias y más al este hasta Rocha y Cabo Polonio.
La causa de tales incendios se debería a las quemazones ilegales con el
objetivo de deforestación y luego extensión de la ganadería vacuna a
un bioma que le es inadecuado, o la plantación de soja. Por estos motivos hay
un proceso judicial en marcha, en manos del Supremo Tribunal de Justicia
impulsado por la Provincia de Entre Ríos con el fin que usurpadores de islas
sean retirados.2
Actividad humana
A la llegada de los europeos en el siglo XVI el
Delta estaba habitado por los canoeros Chanás,
pueblo que había sufrido hacía relativamente poco antes un fuerte influjo
cultural Guaraní, así en idioma guaraní era común referirse al delta
con el nombre Karapachay (topónimo que queda en la forma Carapachay
para un brazo fluvial).
Desde el siglo XVIII y especialmente durante el siglo XIX la zona recibió el nombre popular de «La Matrería» o «País de los matreros» ya que sirvió de refugio a gauchos perseguidos y a algunos bandidos rurales (matreros). Los primeros proyectos serios de una modernización de la zona se deben a Domingo Faustino Sarmiento — quien llegó a establecer en la misma, para comprobar su potencial económico, una de sus residencias la cual también le servía de laboratorio. Estas ideas fueron acompañadas por las de Marcos Sastre quien, comparando al Delta del Paraná con el Tempele llamó «El Tempe Argentino».
Desde el siglo XVIII y especialmente durante el siglo XIX la zona recibió el nombre popular de «La Matrería» o «País de los matreros» ya que sirvió de refugio a gauchos perseguidos y a algunos bandidos rurales (matreros). Los primeros proyectos serios de una modernización de la zona se deben a Domingo Faustino Sarmiento — quien llegó a establecer en la misma, para comprobar su potencial económico, una de sus residencias la cual también le servía de laboratorio. Estas ideas fueron acompañadas por las de Marcos Sastre quien, comparando al Delta del Paraná con el Tempele llamó «El Tempe Argentino».
Así, a partir de mediados del siglo XIX y
hasta mediados del siglo XX, el Delta recibió un muy importante aporte
poblacional de inmigrantes europeos (principalmente procedentes de Italia) lo cual
favoreció una producción frutícola de importancia que se comercializaba
principalmente a través del puerto de frutos,
en Tigre. La producción incluía sobre todo cítricos y duraznos.
El surgimiento de otras zonas de cultivo de frutales, así como algunas
importantes crecidas del río Paraná marcaron su decadencia en este sentido. Se
produjo, posteriormente, una tendencia a la concentración de la propiedad de la
tierra. La explotación forestal que se desarrolló en forma paralela continúa
vigente y hoy es una de las actividades económicas de mayor importancia. Las
especies predominantes son el álamo,
el sauce y
el eucalipto.
En esa época se comenzaron la actividad
clubes de remo que comenzaron con la fundación del Buenos Aires Rowing Club años posteriores
se fundaron un total de 15 clubes.
El turismo en
el Delta tuvo su época de esplendor a mediados del siglo XX, cuando florecieron
recreos y hosterías que congregaban a miles de porteños los fines de semana.
Esta actividad, que entró en decadencia hacia la década de los 1970s, experimentó un leve
reverdecer con el comienzo del nuevo siglo, aunque todavía no alcanza a igualar
su pasado de esplendor.
En el Delta, también se producen
tradicionalmente miel, y
objetos de mimbre y junco, como canastos,
cortinas y esterillas, que todavía se comercializan en el puerto de frutos.
El sector de las islas de las Lechiguanas, que fuera disputado
entre las provincias de Buenos Aires y Entre Ríos, quedando ratificada la
jurisdicción entrerriana recién a fines de siglo XX, fue objeto de un
antiecológico proyecto de polderización que
de haberse realizado las habría transformado en una prolongación de la zona agrícola
ganadera pampeana.
La 1a sección de islas bonaerenses cuenta
con una amplia variedad de hospedajes y actividades para el turista y es un
área de esparcimiento para muchos habitantes de la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores.
En sus ríos se practican deportes como el remo,
la navegación a vela y la natación.
Los medios de transporte más comunes son
las lanchas colectivas. Abundan también las canoas y los botes de remo, las lanchas
particulares y lanchas taxi.
Las construcciones se realizan en forma de palafito,
elevadas por sobre el nivel de las crecidas regulares del río, para esto, dado
que el basamento de suelo muy húmedo y de reciente formación es inestable, los
pilotes se asientan sobre unas zapatas o vigas en forma de cruz para evitar que
estos se hundan o se desplacen de la vertical, luego los pilotes sostienen un
armazón de vigas en forma de parrilla que soporta al resto de la vivienda a la
cual se accede frecuentemente por escaleras.
Murallones
Los ríos y arroyos del Delta son
naturalmente de aguas calmas, es esto lo que posibilitó la formación de las
islas. El tránsito de embarcaciones motorizadas a velocidad excesiva genera un
oleaje artificial que degrada progresivamente las orillas, sobre todo cuando se
elimina su protección natural de juncos. Los propietarios de terrenos en las
islas del Delta ordenan la construcción de murallones de madera o cemento para
evitar la erosión hídrica del oleaje sobre las orillas. Esta
práctica, que resguarda una orilla, devuelve el oleaje hacia la opuesta, que se
degrada más rápidamente. En los ríos que se encuentran amurallados en sus dos
orillas el oleaje producido por embarcaciones rápidas se multiplica
considerablemente, dificultando el tránsito de embarcaciones menores, como botes, canoas, y kayaks. Esos murallones
que protegen la orilla de los ríos en el delta del río Paraná son llamados
«estacadas» por la gente de la zona. Desde hace unos años se comenzó a usar
bloques de hormigón, provenientes de demoliciones de edificios y carreteras, y
estos «matan», o fragmentan, el rebote de las olas o marejada producida por las
embarcaciones, protegiendo la orilla opuesta y no aumentando el oleaje que pone
en peligro a las embarcaciones pequeñas. Es de esperar que los vecinos observen
esto y elijan los bloques de hormigón a las estacadas verticales.
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