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lunes, 14 de octubre de 2013
domingo, 13 de octubre de 2013
miércoles, 18 de septiembre de 2013
Planos del Delta del Paraná
Plano general del Delta del Paraná
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Delta de Tigre 1ª sección
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Delta de San Fernando 2ª y 3ª sección
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sábado, 23 de marzo de 2013
Flora del Delta
La Flora del
delta es en su mayor parte de origen subtropical, aunque también existen
especies de diversos orígenes, como el chaqueño, uruguayense y pampeano.
En las
islas se generan gran variedad de ambientes, comenzando por las orillas de los
ríos donde se destaca el junco que
contribuye, con sus tallos y raíces a la acumulación de sedimentos y a la
elevación del terreno facilitando, así, el crecimiento de otras especies. En
los matorrales ribereños podemos encontrar diferentes especies de arbustos como
Rama negra, Sarandí colorado, Cortaderas, Lirio
amarillo, Carrizos, y Canutillos. En el agua se halla el Camalote,
planta acuática que forma islas flotantes al entrelazarse entre si con sus
raíces, produciendo, en ocasiones, la disminución de la velocidad de la
corriente. Sobre estas "islas" pueden verse numerosas especies de
animales, como tortugas, víboras, etc. que son transportados de un punto a otro
del Delta. La vegetación acuática se completa con especies como el Helechito
de agua, Lenteja de agua y Repollito de agua y numerosas
plantas sumergidas.
El
siguiente ambiente es el que se forma en el sector más alto de las islas, el
albardón, donde se encuentran diversas especies de árboles, Sauce llorón,
Sauce criollo, que se diferencia del primero por tener las ramas abiertas y
no penduladas y hojas más finas y pequeñas. Aliso de río, árbol alto y
delgado que crece rápidamente en los bancos de arena o limo que se forman en
las islas más nuevas. Ceibo, árbol bajo de madera blanda, cuya llamativa
flor roja es la flor nacional. Curupí, árbol de follaje poco denso de
color verde claro y que crece aislado en lugares bajos. Laurel, de gran
tamaño y denso follaje, donde se pierden sus flores y frutos. Álamo,
árbol destinado a la producción de madera y pasta celúlosica, habiendo grandes
plantaciones exclusivas de esa especie. Timbó Blanco y Timbó Colorado,
también llamado Oreja de Negro, por la forma y el color de sus frutos.
Completan la gran variedad de especies arbóreas de los albardones, Cina
Cina, Tala, Liquidambar, Araucaria, Paraiso,
Casuarina, Fresno, Arce, Eucalipto, Ligustrina y las Palmeras Pindó, de donde ha salido el
nombre del Río Paraná de las Palmas. También en el mismo sector encontramos
arbustos como el Ligustro y, la Zarzamora, que forma una maraña
casi impenetrable por sus agudas espinas.
En
algunas islas cercanas al Río Uruguay encontramos también, el denominado
"Monte Blanco". Este ambiente original del Delta es cada vez más
escaso debido a la implantación de especies exóticas y la forestación con fines
comerciales. Posee baja altura donde abundan las lianas y epifitas con gran
diversidad de especies de árboles como el Anacahuita,
árbol de porte bajo que crece a la sombra de otros y tiene pequeños frutos
anaranjados y carnosos y cuyas hojas son utilizadas en infusiones con fines
medicinales. Completan el Monte Blanco, el Ingá, Higuerón, Canelón, Mataojo,
Espina de Bañado, Blanquillo, Matapalo, además del Ceibo.
Hacia el
interior de las islas se encuentran el cardazal, formado por cardas,
serruchetas y matorrales de acacia mansa y chilca y por
último en la zona más baja de las islas, donde el agua permanece estancada
durante todo el año, el pajonal, compuesto por Cortaderas, Espadaña ,y
Totora.
En cuanto a
las especies cultivadas con fines comerciales, además de Álamo y Sauce,
se hallan plantaciones de Formio y Mimbre, este último,
introducido en el la zona de Tigre por Domingo F. Sarmiento en el año 1855,
(Plantó el primero en el arroyo Angostura y arroyo Los Reyes, detrás de su
casa, hoy Museo Sarmiento, ). El mimbre es usado para la confección de
artículos artesanales como canastos y muebles rústicos. Muy reducida en la
actualidad, la fruticultura tuvo su auge en la primera mitad del siglo XX donde
fue la principal zona productora de frutas para Buenos Aires. Ahora solo quedan
cultivos para consumo familiar en algunas quintas de Manzanos, Ciruelos,
Durazneros, Naranjos y Limoneros.
La tierra sin mal
LA TIERRA SIN MAL
En el Delta del Paraná se han registrado hallazgosarqueológicos de cementerios y túmulos sepulcrales, queremiten a la existencia de lugares antiguamente pobladospor grupos de origen guaraní. La investigación de laUniversidad de La Plata, Los primitivos habitantes delDelta del Paraná, que data de comienzos del siglo XX,probó la existencia de paraderos indígenas a lo largo delrío Luján, como en el Carapachay, en el Paycarabí, a lolargo de Carabelas, en el arroyo Aguila Negra, en elParaná Guazú, frente a la Isla el Doradito y frente a laIsla Botija. También incluye al actual cementerio de RíoGutiérrez y los fondos de Sagastume, Martínez yÑancay. Asimismo se encuentra un túmulo sepulcral enel último tramo de los fondos de Brazo Largo. Finalmente, en las islas de Felicaria y la Barquita sehallaron sepulturas indígenas.Los hallazgos confirman un aspecto poco difundido delDelta: su alto valor arqueológico. Es que, desde latoponimia de islas, ciudades y ríos hasta estas huellassobrevivientes de otros tiempos, permiten entender quela historia del lugar sólo puede reconstruirse a partir de lacomprensión del aporte de las culturas indígenaspreexistentes. Tres grupos poblaron el Delta: los puebloschaná y mbeguá (grupos del Litoral) y los chandules o“guaraníes de las islas”. De estas antiguas culturas, elaporte guaraní será el de mayor influencia.
Canals Frau diferencia, entre los cuatro grupos guaraníes,a los chandules que habitaron el Delta hasta la islaMartín García, cuya temprana desaparición determinóque subsistan escasas noticias en la actualidad. Sinembargo, en la distribución de encomiendas efectuadapor Juan de Garay tras la segunda fundación de BuenosAires, se menciona en la lista de sesenta y cuatro jefesrepartidos (“con todos los indios sujetos a dichocacique”), veinticinco nombres de fonética guaraní. Así,hasta la irrupción española, minorías de este origen semantuvieron en el Delta sin perder su identidad étnica.
Estos aborígenes representaban la frontera meridional delinmenso universo lingüístico tupí-guaraní, que seextendía hacia el norte hasta el Amazonas. Un mundoque incluía parte de los actuales países de Bolivia,Paraguay, Brasil, Uruguay y Argentina. En este últimoterritorio ingresan poco antes del proceso de conquistaespañola, a fines del siglo XV y comienzos del XVI.Hacia el 1600, cuando se instalan los jesuitas, hancolonizado todos los territorios que cruzan los ríosParaná y Uruguay, formando dos focos principales deocupación en el territorio nacional: uno en la regiónmisionera y el otro en el Delta.
Esta antigua cultura constituye, tal vez, la más extensa deAmérica, con una población diseminada y dividida engrupos diferenciados pero con caracteres comunes, desdeel Amazonas al Río de la Plata y desde los Andes hastala costa atlántica de Brasil. El objetivo de este informeconsiste en dar cuenta de las razones que justificarondicha expansión, así como también intenta brindaralgunos elementos sobre su cultura y particularcosmovisión.
LA BÚSQUEDA DE LA TIERRA SIN MAL
Distintos contingentes migratorios de origen guaranírecorrieron gran parte de América Latina, poco antes dela Conquista española. ¿Cuáles habrán sido las razonesque justificaron esta fuerte expansión? ¿Qué factoresmovilizaron a estos grupos agricultores a vivir en tránsitopermanente siguiendo los recorridos fluviales?
El origen de los pueblos amerindios tupí-guaraníes puedesituarse, según los distintos autores, en las Guayanas, lascuencas del Orinoco y el Amazonas, incluso más allá, enlas costas del Caribe e islas del Mar de las Antillas.Desde estos lugares se trasladaron por la red fluvial ydistribuyeron por gran parte de Sudamérica sus rasgosculturales. Se extendieron por la mayor parte deParaguay, partes de Brasil y por regiones de Bolivia yArgentina, particularmente en la zona que nos ocupa: las
alva@uhora.com.py
EL IVYMARAE´ÿ LA TIERRA SIN MAL (X)
Los Tupi-Guaraní vivían soñando el Yvymarae´ÿ, la prodigiosa Tierra sin Mal donde el maíz crece solo y los hombres son inmortales. Por eso, ellos formaban parte de un pueblo en permanente éxodo. Los Karai, chamanes con suficiente poder para hacerse invisibles, resucitar a los muertos y devolver la juventud a las mujeres, eran los que mantenían viva la llama de la esperanza de llegar un día al mítico edén. islas más orientales y meridionales del Delta. Llegaron hasta allí siguiendo el curso del Paraná, un río abierto a la ilusión de encontrar la tierra sin mal, “Yví-maraé-í”, un paraíso terrenal ubicado detrás del gran mar. De hecho, “pará” significa, en lengua guaraní, mar y “Paraná”, pariente del mar.
Para los Guaraní, la búsqueda del Yvymarae´ÿ –oYvymarane´y ,según mnciona Antonio Ruiz de Montoya en su Tesoro de la Lengua Guaraní, de 1639, aunque él no entrevé su significado más profundo, ya sólo dice que es un “suelo intacto, que no ha sido edificado”- traducido como la Tierra sin Mal por los antropólogos, es algo fundamental.
Pero, ¿qué es esa fabulosa y mítica Tierra sin Mal que aparece constantemente en la vida de los primtivos habitantes de buena parte de nuestro país, el Brasil, Venezuela y algo de la Argentina, el Uruguay e incluso Bolivia? Es un “lugar privilegiado, indestructible, donde la tierra produce por sí misma sus frutos y donde no hay muerte” asegura Heléne Clastres en La Tierra sin Mal, el profetismo tupí-guaraní, a poco de iniciar su exploración en un territorio fascinante.
El pa´i Bartomeu Melià, en El Guaraní: Experiencia religiosa, sostiene que ”la búsqueda de la ”Tierra sin Mal”, estructura marcadamente” el pensamiento y las vivencias de los indígenas, siendo “la síntesis histórica y práctica de una economía vivida proféticamente y de una economía realista, de pies en el suelo”. Agrega y precisa que el Guaraní “es un pueblo en éxodo, aunque no desenraizado, ya que la tierra que busca es la que le sirve de base ecológica”.
La tierra es fundamental en la vida de los Guaraní. El territorio que en un momento dado habitan es el denominado tekoha, donde ellos despliegan su “modo de ser”, que es el teko. Es un todo: “Un monte preservado y poco perturbado, reservado para la caza, la pesca y la recolección de miel y frutas silvestres; hay además manchas de tierra especialmente fértiles para en ellas hacer las rozas y los cultivos”, asevera Melià.
No hay que olvidar tampoco que la tierra tiene un fundamento religioso para los Guaraní. “Para los Mbyá la tierra se engendra en la base del bastón ritual del verdadero Padre Ñamandú. Y en el centro de esa tierra que se está formando, se yergue una palmera verde-azul; otras palmeras se levantan, marcando, a manera de puntos cardinales, la morada de los seres divinos y el lugar donde se origina el espacio-tiempo primitivo”, según Melià, quien añade que ”para los Paï Tavyterã, Nuestro Abuelo Grande fundó la tierra sobre la base de los palos atravesados en forma de cruz, y a partir de ese centro la fue ensanchando y la fue llevando hasta sus últimos límites”. Por más hermoso que el lugar sea, éste siempre tiene sus limitaciones. Alguna vez el yporü, diluvio, destruyó cuanto había sobre la tierra. El tigre azul, jagua rovy, está siempre al acecho, con ganas de probar el sabor de la carne de los hombres. El Mba´emeguã, la tierra con sus males, está siempre entre ellos. Por eso, el ideal es el sitio de la perfección, el Yvymarae´ÿ, que va a borrar definitivamente los rostros de cuanto sea limitación.
Hombres-dioses
Según Clastres, en la obra ya citada, hay dos maneras de acceder a ese paraíso encantado: luego de morir y en vida misma. Jean de Léry, discípulo de Calvino, quien llegó a la costa del Atlántico en 1555 con el afán de practicar libremente el ”culto reformado”, toma de lo que observa apuntes muy interesantes. Èl, refiréndose a ese lugar de ensueños, manifiesta que tras la muerte hay una recompensa para aquellos que en vida juntaron méritos suficientes para acceder al premio. “Sostienen firmemente que después de la muerte de los cuerpos, las almas de aquellos que han vivido virtuosamente, es decir que según ellos se han vengado bien y comieron a sus enemigos, se van detrás de las altas montañas donde danzan en bellos jardines, en compañia de sus abuelos”. Claude d´Abbeville e Y. d´Evreux, de acuerdo a Heléne Clastres, coinciden en esta afirmación.
Era, sin embargo, posible llegar a la Tierra sin Mal en cuerpo y alma, sin haber bebido el trago de la muerte en el camino. “Morada de los antepasados, sin duda, la Tierra sin Mal era igualmente un lugar donde “sin pasar por la prueba de la muerte” se podía ir en cuerpo y alma”, dice Clastres. Ella agrega que esa concepción es revolucionaria porque revela que los hombres aspiraban a ser inmortales como los dioses, observando que los venidos de lejos –los conquistadores- no se percataron de este rasgo distintivo de la cultura de los Guaraní.
Ahora bien, ¿dónde, en qué lugar situaban ellos a ese edén donde no se necesita labrar la tierra para que ella produzca y el cuerpo se vuelve inmortal? No hay plena coincidencia entre los diversos grupos étnicos. Algunos lo ponen en el Este, cruzando el mar; otros en el centro de la tierra. También lo suponen ”más allá de las montañas”, hacia al Oeste. Ello podría significar ”detrás de los Andes”. La indicación de e´Evreux podría tener algún asidero en los Chiriguanos, que habrían realizado un viaje a la Tierra sin Mal, llegando hasta las estribaciones andinas solamente, debido a la resistencia que encontraron por parte de los moradores de esa zona. Hasta allí pudieron avanzar en su peregrinación.
El Karai, Chamán Mayor
La búsqueda de la Tierra sin Mal estaba inserta en la vida cotidiana de los Guaraní. Así como la palabra, formaba parte del propio ser del indígena. Era un afán individual, pero sobre todo colectivo. El Karai, algo así como el Chamán Mayor, el líder religioso de mayor rango y prestigio, era su promotor principal, sin embargo.
Para entender mejor el papel del Karai entre los Guaraní, conviene explicar brevemente lo relacionado al chamanismo. Nimuendajú, que vivió con los Apopokúva ya a principios de este siglo, observa que hay grados o jerarquías, dados por el nivel de conocimientos específicos.
“Los indios se repartían en cuatro categorías en función de sus dones chamánicos, La primera, negativa, agrupa a aquellos que no poseen ningún canto, es decir que no tienen, o que no recibieron aún, el don de la inspiración. A esta categoría pertenecen la mayoría de los adolescentes y algunos pocos adultos decididamente refractarios al comercio con los espíritus. Estos no podrán jamás dirigir las danzas. La segunda categoría reúne a todos aquellos que, hombres y mujeres, poseen uno o varios cantos –prueba de que tienen un espíritu auxiliar- sin estar, no obstante, dotados de un poder susceptible de ser utilizado con fines colectivos. Algunos de ellos (los que se acercan a la tercera categoría) pueden dirigir ciertas danzas. La mayoría de los adultos forman parte de este grupo. La tercera categoría es la de los chamanes propiamente dichos, los paje, capaces de curar, predecir, descubrir el nombre de los recién nacidos, etc. Hombres y mujeres llegan a formar parte de este categoría y tienen derecho al título de “Ñanderú” o “Ñandesy”. Sólo los hombres pueden acceder a la cuarta categoría, de la de los grandes chamanes, cuyo prestigio supera ampliamente los límites de la comunidad…Sólo ellos pueden conducir la gran danza del Nimongarai, la fiesta más importante de los Apopokúva”, expresa la Clastres. Estos últimos eran los llamados Karai.
Ruiz de Montoya menciona que “Karai era el título otorgado a los grandes chamanes y el nombre que les fue dado a los españoles”. Él propone propone esta etimología: kara, habilidad, destreza; e i, perseverancia. A falta de otra interpretación, es posible aceptar con reservas el probable origen del término.
En la práctica, el Karai era un muy especial. Su influencia espiritual superaba los límites de una comunidad. En tiempos de guerra, incluso era el único que podía circular por el territorio del enemigo, sin ir a parar al asador. Llevaba una vida errante. Era recibido en cada lugar con todos los honores, y, en un momento dado, con suma elocuencia, dirigía la palabra a los que le daban un sitio aislado para permanecer entre ellos unos días. Se le atribuían poderes extraordinarios como resucitar a los muertos, hacerse invisible, acelerar el crecimiento del maíz y las plantas en general y devolver la juventud a las mujeres arrugadas por el peso de los años. Eran los Karai profetas y “hombres-dioses”, como decía Métraux.
El Karai, al amanecer, habla de la Tierra sin Mal. Mantiene viva la esperanza de que es posible llegar a ella. Y conoce las reglas para acceder a su territorio. Son
recomendaciones que apuntan a lo ético, sin insistir en el camino físico que los llevaría a la meta final, aunque ocasionalmente abordaba también el tema.
Las migraciones
Como los Guaraní tenían noción de la ubicación de la Tierra sin Mal, diversos grupos, en distintos momentos de su historia, antes y después de la llegada de los conquistadores, organizaron migraciones hacia allá. “A partir del siglo XIX, varias tribus del sur de Mato-Grosso se pusieron a la búsqueda de la Tierra sin Mal. En esta época varios profetas se habían puesto a recorrer los pueblos, anunciando la destrucción inminente de la tierra y proclamando que el único medio para escapar del cataclismo era dirigirse hacia la Tierra sin Mal”, recuerda Heléne Clastres.
No hay que dejar de considerar que la búqueda de la Tierra sin Mal tuvo un nuevo contenido cuando llegaron los “extraños” con sus espadas y cruces. Muchos de los Guaraní vieron que su libertad se convertía en esclavitud, de la noche a la mañana. Entonces, la Tierra sin Mal pasó a significar también un territorio donde recuperarían su teko, sin misioneros y sin encomenderos.
(x) Del diario ÚLTIMA HORA (El Correo Semanal), 4 de febrero de 1995 (Asunción, Paraguay).
Delta del Paraná
Delta del Paraná
El delta del río Paraná con
17.500 km² y
una longitud de 320 km, nace a la altura del puerto y ciudad de Diamante, provincia de Entre Ríos en donde concluye el
predelta. Se divide en tres grandes regiones: el Delta Superior (desde
Diamante, hasta Villa Constitución, provincia de Santa Fe), el Delta Medio (desde
Villa Constitución hasta Puerto Ibicuy,
provincia de Entre Ríos) y el Delta Inferior o en formación (desde Puerto
Ibicuy hasta la desembocadura en el gran estuario llamado Río de la Plata todas
estas zonas en Argentina).
El Delta del Paraná es, en sentido
geográfico, una transición entre la Mesopotamia y llanura pampeana.
Sin embargo, en lo que respecta a su bioma, contrasta con ambas regiones, ya
que a pesar de su ubicación meridional, la presencia de grandes espejos de agua
y la escasa altitud produce un microclima que
favorece la proliferación de especies animales y vegetales que recuerdan a
latitudes tropicales (por ejemplo, el brazo deltáico
llamado Paraná de las Palmas lleva este nombre porque a la llegada de los
europeos en el siglo XVI proliferaban palmares de pindó).
Localización
El Delta del Paraná está delimitado
naturalmente por las barrancas o taludes naturales que definen el valle del Río
Paraná. Como límite norte se considera la línea imaginaria que une las ciudades
de Diamante (en Entre Ríos) y de Puerto Gaboto (en Santa Fe). Aunque una
pequeña parte se encuentra en el este de Santa Fe, el Delta del Paraná como
tal, se comienza a desarrollar a partir de la ciudad de Diamante. En la
Provincia de Entre Ríos se ubica la mayor parte del mismo, mientras que la
Provincia de Buenos Aires posee la principal porción de su desembocadura al Río
de la Plata. En síntesis, el llamado Delta del Paraná se ubica mayormente al
Sur-oeste de la Provincia de Entre Ríos y noreste de la Provincia de Buenos
Aires. En Entre Ríos ocupa la porción sur-oeste de los Dptos. Diamante y
Victoria, y la porción sur del Dpto. Gualeguay y la totalidad del Dpto. Islas
del Ibicuy. En Buenos Aires ocupa la porción noreste de los Partidos de San
Pedro, Baradero, Zárate, Campana, Escobar, Tigre, y San Fernando.
Formación del Delta
Las islas del Delta del Paraná deben su
existencia a la gran cantidad de sedimento que
acarrea el agua del Paraná.
En su desembocadura transporta aproximadamente un total de 160.000.000 de
toneladas anuales de sedimentos.1 Dicha
carga se reparte en función del tamaño de sus partículas de la siguiente
manera:
Arcillas.....45 millones t/año (25%)
Limos.......90 millones t/año (60%)
Arenas.....25 millones t/año (15%)
Este sedimento que es aportado mayormente
por el río Bermejo, afluente del Paraguay,
es depositado en el estuario conjunto del Paraná y el Uruguay,
el Río de la Plata. Los bancos de sedimento son
colonizados por juncos, ceibos, pajonales y otras especies que contribuyen con
sus raíces a consolidar las islas que posteriormente son colonizadas por otras
especies. El Delta del Paraná de este modo va avanzando, por colmatación, sobre
el estuario del Río de la Plata; las islas que se forman son características:
sus costas o riberas son más elevadas (por albardones naturales) que sus
centros, en los centros isleños suelen existir pantanos y pequeñas lagunas.
Flora
Entre las especies vegetales más comunes
se encuentran árboles como el sauce,
el ceibo, el aliso de río, el coronillo y
el espinillo,
sobre los cuales crecen epífitas como los claveles del aire y
las barbas de viejo.
Las áreas parcialmente inundables tienen
una población de pastos altos, resistentes a periódicas inundaciones, de
bajo valor nutritivo para el ganado.
Como palustres en las aguas del río o
estancadas crecen el junco y
la espadaña. Flotando en las aguas del río y de
los bañados abundan las plantas acuáticas, como camalotes y repollitos de agua.
En las márgenes de los principales brazos del río Paraná en su sección deltáica prosperaban las «palmas» (palmeras) de la especie pindó (Syagrus romanzoffiana) pero éstas han sido taladas hasta su casi total extinción desde fines del siglo XIX.
En las márgenes de los principales brazos del río Paraná en su sección deltáica prosperaban las «palmas» (palmeras) de la especie pindó (Syagrus romanzoffiana) pero éstas han sido taladas hasta su casi total extinción desde fines del siglo XIX.
Desde fines de siglo XIX el
ser humano ha introducido especies aloctonas que se han aclimatado muy bien: álamos, ciruelos, duraznos,
diversas especies de cítricos, ramio e
incluso coníferas. También el formio,
el mimbre y el pecán que representan fuentes de trabajo
para los habitantes de las islas.
Fauna
Hasta principios del siglo XX hubo en el
Delta yaguares, que dieron su nombre al Río Tigre y al partido homónimo. Han sido
cazados hasta su extinción, lo mismo ha ocurrido con los yacarés, pumas arirays, pecaríes, curiyues y aguaraguazúes.
En los lugares más apartados de la
presencia humana sobreviven todavía algunos ciervos de los pantanos, especie autóctona de
color pardo, con patas negras y círculos blancos alrededor de los ojos. Hay
allí también carpinchos, coipos (pseudonutria), lobitos de río (una especie de nutria
genuina) y algunos gatos monteses.
Hay numerosas especies de aves, como el zorzal, el biguá, el Martín pescador,
el benteveo, la calandria,
el boyero y la pava de monte.
Hubo en otros tiempos abundantes bandadas de cisnes, y papagayos pero
han desaparecido.
Son bastante comunes algunos reptiles y anfibios,
como culebras,
diversas especies de sapos, ranas y escuerzos.
En las aguas calmas del Delta encuentran
refugio peces como el dorado, el surubí,
el bagre,
el patí, la tararira, la boga, el sábalo y la raya.
El Pontoporia blainvillei (delfín
franciscano), del estuario del Río de la Plata,
ha sido citado a veces en el delta del Paraná y, con dudas, en el tramo
inferior del río Paraná.
Ecología
Las principales amenazas que enfrenta esta
región son, la deforestación para la siembra de soja o cría de ganado, la contaminación de
las aguas, el endicamiento y rellenado de áreas inundables, la introducción de
especies exóticas (como el ligustro), la sobrepesca y la caza de animales silvestres.
La contaminación por agroquímicos,
aguas cloacales y desechos industriales que se vierten en aguas del Paraná y
sus afluentes amenaza la vida silvestre y la provisión de agua potable de
las concentraciones urbanas que se encuentran a sus orillas en el corredor
urbano Rosario- Buenos Aires- La Plata,
donde vive un tercio de la población de la Argentina. Sólo el gran caudal del
río y su capacidad de autodepuración han evitado hasta el momento un desastre
ecológico mayor. No obstante, los efectos de la actividad humana no dejan de
hacerse sentir, sobre todo en las áreas donde es más intensa. Allí es frecuente
observar disminución de la calidad del agua, mortandad de peces, erosión del
suelo y acumulación de desperdicios.
Dado que es una zona naturalmente
inundable y que la dinámica de sus aguas está altamente influenciada por las mareas, el Delta podría
sufrir los efectos de la elevación del nivel del mar causada por el actual efecto invernadero, si el nivel del agua en el
estuario del Río de la Plata subiera tan solo 10 centímetros el régimen de las
corrientes hídricas cambiaría afluyendo agua desde el mar que frenaría el
avance del delta o incluso lo erosionaría haciéndole retroceder.
En 1992 se creó el Parque Nacional Pre-Delta, a 5 km de la
ciudad de Diamante. Tiene 2.458 ha.
En 2000 la segunda y
tercera sección de Islas de San Fernando en el Delta Bonaerense fue declarada Reserva de
Biósfera Delta del Paraná por la Unesco dentro
del plan Mab.
Tiene una superficie de 10.500 hectáreas y
constituye una inmejorable oportunidad de desarrollar los objetivos de
conservación ambiental, desarrollo humano y apoyo logístico a la investigación
y estudio del ecosistema y potencia las posibilidades de inversión nacional e
internacional con proyectos de crecimiento sustentable y la agrupación de la
región como referente de cultivos orgánicos y variados modos de producción
agroforestal con certificación de calidad ecológica.
Artículo principal: Incendios en el delta del Río Paraná
de 2008
En la primera mitad de 2008 el Delta del
Paraná ha resultado foco de una serie de devastadores incendios que afectaron
al menos 65.000 hectáreas cuyas densas nubes de humo se han extendido, llevadas
por vientos procedentes del norte, por cientos de kilómetros hasta cubrir
durante días a la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano
Bonarense, la «pluma» de tal nube de humo ha llegado hasta el sur de Uruguay alcanzando
a Colonia y periferias y más al este hasta Rocha y Cabo Polonio.
La causa de tales incendios se debería a las quemazones ilegales con el
objetivo de deforestación y luego extensión de la ganadería vacuna a
un bioma que le es inadecuado, o la plantación de soja. Por estos motivos hay
un proceso judicial en marcha, en manos del Supremo Tribunal de Justicia
impulsado por la Provincia de Entre Ríos con el fin que usurpadores de islas
sean retirados.2
Actividad humana
A la llegada de los europeos en el siglo XVI el
Delta estaba habitado por los canoeros Chanás,
pueblo que había sufrido hacía relativamente poco antes un fuerte influjo
cultural Guaraní, así en idioma guaraní era común referirse al delta
con el nombre Karapachay (topónimo que queda en la forma Carapachay
para un brazo fluvial).
Desde el siglo XVIII y especialmente durante el siglo XIX la zona recibió el nombre popular de «La Matrería» o «País de los matreros» ya que sirvió de refugio a gauchos perseguidos y a algunos bandidos rurales (matreros). Los primeros proyectos serios de una modernización de la zona se deben a Domingo Faustino Sarmiento — quien llegó a establecer en la misma, para comprobar su potencial económico, una de sus residencias la cual también le servía de laboratorio. Estas ideas fueron acompañadas por las de Marcos Sastre quien, comparando al Delta del Paraná con el Tempele llamó «El Tempe Argentino».
Desde el siglo XVIII y especialmente durante el siglo XIX la zona recibió el nombre popular de «La Matrería» o «País de los matreros» ya que sirvió de refugio a gauchos perseguidos y a algunos bandidos rurales (matreros). Los primeros proyectos serios de una modernización de la zona se deben a Domingo Faustino Sarmiento — quien llegó a establecer en la misma, para comprobar su potencial económico, una de sus residencias la cual también le servía de laboratorio. Estas ideas fueron acompañadas por las de Marcos Sastre quien, comparando al Delta del Paraná con el Tempele llamó «El Tempe Argentino».
Así, a partir de mediados del siglo XIX y
hasta mediados del siglo XX, el Delta recibió un muy importante aporte
poblacional de inmigrantes europeos (principalmente procedentes de Italia) lo cual
favoreció una producción frutícola de importancia que se comercializaba
principalmente a través del puerto de frutos,
en Tigre. La producción incluía sobre todo cítricos y duraznos.
El surgimiento de otras zonas de cultivo de frutales, así como algunas
importantes crecidas del río Paraná marcaron su decadencia en este sentido. Se
produjo, posteriormente, una tendencia a la concentración de la propiedad de la
tierra. La explotación forestal que se desarrolló en forma paralela continúa
vigente y hoy es una de las actividades económicas de mayor importancia. Las
especies predominantes son el álamo,
el sauce y
el eucalipto.
En esa época se comenzaron la actividad
clubes de remo que comenzaron con la fundación del Buenos Aires Rowing Club años posteriores
se fundaron un total de 15 clubes.
El turismo en
el Delta tuvo su época de esplendor a mediados del siglo XX, cuando florecieron
recreos y hosterías que congregaban a miles de porteños los fines de semana.
Esta actividad, que entró en decadencia hacia la década de los 1970s, experimentó un leve
reverdecer con el comienzo del nuevo siglo, aunque todavía no alcanza a igualar
su pasado de esplendor.
En el Delta, también se producen
tradicionalmente miel, y
objetos de mimbre y junco, como canastos,
cortinas y esterillas, que todavía se comercializan en el puerto de frutos.
El sector de las islas de las Lechiguanas, que fuera disputado
entre las provincias de Buenos Aires y Entre Ríos, quedando ratificada la
jurisdicción entrerriana recién a fines de siglo XX, fue objeto de un
antiecológico proyecto de polderización que
de haberse realizado las habría transformado en una prolongación de la zona agrícola
ganadera pampeana.
La 1a sección de islas bonaerenses cuenta
con una amplia variedad de hospedajes y actividades para el turista y es un
área de esparcimiento para muchos habitantes de la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores.
En sus ríos se practican deportes como el remo,
la navegación a vela y la natación.
Los medios de transporte más comunes son
las lanchas colectivas. Abundan también las canoas y los botes de remo, las lanchas
particulares y lanchas taxi.
Las construcciones se realizan en forma de palafito,
elevadas por sobre el nivel de las crecidas regulares del río, para esto, dado
que el basamento de suelo muy húmedo y de reciente formación es inestable, los
pilotes se asientan sobre unas zapatas o vigas en forma de cruz para evitar que
estos se hundan o se desplacen de la vertical, luego los pilotes sostienen un
armazón de vigas en forma de parrilla que soporta al resto de la vivienda a la
cual se accede frecuentemente por escaleras.
Murallones
Los ríos y arroyos del Delta son
naturalmente de aguas calmas, es esto lo que posibilitó la formación de las
islas. El tránsito de embarcaciones motorizadas a velocidad excesiva genera un
oleaje artificial que degrada progresivamente las orillas, sobre todo cuando se
elimina su protección natural de juncos. Los propietarios de terrenos en las
islas del Delta ordenan la construcción de murallones de madera o cemento para
evitar la erosión hídrica del oleaje sobre las orillas. Esta
práctica, que resguarda una orilla, devuelve el oleaje hacia la opuesta, que se
degrada más rápidamente. En los ríos que se encuentran amurallados en sus dos
orillas el oleaje producido por embarcaciones rápidas se multiplica
considerablemente, dificultando el tránsito de embarcaciones menores, como botes, canoas, y kayaks. Esos murallones
que protegen la orilla de los ríos en el delta del río Paraná son llamados
«estacadas» por la gente de la zona. Desde hace unos años se comenzó a usar
bloques de hormigón, provenientes de demoliciones de edificios y carreteras, y
estos «matan», o fragmentan, el rebote de las olas o marejada producida por las
embarcaciones, protegiendo la orilla opuesta y no aumentando el oleaje que pone
en peligro a las embarcaciones pequeñas. Es de esperar que los vecinos observen
esto y elijan los bloques de hormigón a las estacadas verticales.
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